Es una pena que “Trap Street” sólo acierte a encontrar un tema verdaderamente interesante y sugerente, y lo cuente con talento en su última secuencia, incluso en su último plano. Y que su directora, la china Vivian Qu –afamada productora de la triunfadora en Berlín “Black Coal”– se dedique a dar palos de ciego durante noventa minutos. Es el problema de tratar de armar historias sin un tema en concreto, partiendo de ideas dispares y meras anécdotas más o menos poéticas que no alcanzan más que a conformar un puzzle irresoluble o absurdo.
En “Trap Street” se parte de la lírica ocurrencia de un joven topógrafo que se enamora a primera vista de una elegante mujer en una calle que no aparece en los mapas. Es una metáfora lograda, la del espacio mítico del amor; pero ya está. Después de aquella situación de apertura, ¿qué nos ofrece “Trap Street”? ¿Una historia de amor o una historia sobre el amor? ¿Un dibujo de denuncia política y social? A veces parece que pretendiera una cosa, en ocasiones otra. Pero el film se queda en ese mismo limbo que su “calle trampa”, en tierra de nadie, sin decidirse a profundizar en ninguna dirección. Los mismos personajes, que se prometen complejos y atractivos en un inicio, resultan al fin dos sombras apáticas. El joven topógrafo enamoradizo no encierra ningún idealismo. La mujer misteriosa da paso a la joven lánguida hasta lo insoportable.
La trama “noir” que coge el relevo a mitad del film tampoco destaca por su originalidad ni por su valentía. Recurre a los lugares acostumbrados del espionaje, los agentes secretos, los poderes del Estado. Es una trama, sin embargo, que reviste al film de “valiente”, al menos en Occidente, lo que hará, a buen seguro, que obtenga el prestigio crítico que exigen los circuitos comerciales del llamado cine de “autor”. Pero no expone nada nuevo. ¿Que el Estado chino controla a sus ciudadanos? Claro, como cualquier otro Estado capitalista. ¿Que el desarrollo de las tecnologías corre parejo a un control integral de toda información e intimidad personal? Tampoco es nada nuevo, todo el mundo le dio ya a “aceptar la política de cookies”…
Solo en su final expone Vivian Qu un tema con cuerpo y bien tratado: la desconfianza como una fuerza de gran poder destructor. Ahí sí hay un tema. Esperemos que se decida a armar su próxima historia partiendo de esos cimientos, y no de ocurrencias románticas.